domingo, 27 de octubre de 2019

Tengo una casa

Cuando, en mayo de 2018, Pablo Iglesias e Irene Montero, secretario general y portavoz de Podemos en el Congreso respectivamente, decidieron comprar su vivienda, hubo quienes criticaron su decisión. Por supuesto, fueron aquellas personas que están siempre ofendidas por todo. Aquellos que siempre estarán enfadados con lo que hagan los políticos con quienes no tienen afinidad. Estas críticas se centraban, fundamentalmente, en que habían adquirido una casa en un barrio residencial, en Galapagar (Madrid), cuya hipoteca es de 600 000 euros y que habían traicionado a su electorado, pues habían pasado de vivir en un barrio humilde a un chalé ostentoso. Soy incapaz de comprender qué problema hay en que la hipoteca sea elevada. Si ellos, sin delinquir, —no todos los políticos pueden presumir de eso— pueden hacer frente a esos pagos, es una noticia excelente. Y en cuanto a la traición a su electorado, es algo que habrán valorado en el momento de tomar la decisión y solo les concierne a ellos.
Esta semana, Irene Montero subió a Twitter un vídeo en el que pedía, casi exigía, a una propietaria, indicando incluso su nombre y apellido, que no subiera el alquiler a una pareja con sus tres hijos que vivían desde hace doce años en su casa. La pareja pagaba 1 000 euros al mes, y a partir de ahora deberían pagar 1 300. Una subida considerable, sin duda. Del mismo modo que era incomprensible la crítica hacia la adquisición de su casa de la señora Montero, es intolerable que una política critique una práctica legal. La propietaria está actuando según la ley, por tanto, no hay nada que opinar. Ignoro si la señora Montero ha cometido un delito al dar los datos personales de la propietaria. Lo que sí es seguro es que ha dejado de ser política, para convertirse en una activista.

Nos guste o no, existe el derecho a la propiedad privada. Esta señora tiene derecho a tener cuantas viviendas quiera. Y por supuesto, tiene derecho a pedir por sus pisos el alquiler que estime oportuno. Azuzar a la turba contra una propietaria que no ha cometido ningún delito, aunque podamos pensar que está actuando de manera inmoral, no tiene justificación alguna. Es fomentar el odio y el enfrentamiento. Quizá habría que explicarle a la señora Montero, y a sus acólitos, que si no le gusta una ley, lo que debe hacer es, aprovechando que es diputada en el Congreso, cambiar la ley. Que para eso recibe un sueldo. Hay varias formas de evitar el abuso en los alquileres. Y, les aseguro que la forma empleada por doña Irene es una estupidez. Lo que tienen que hacer nuestros políticos es legislar. El resto, es pura propaganda. 

Piensen.
Sean buenos.

Permítanme hoy marcarme la coplilla Tengo una casa (tengo). Aprovechamos así e incluimos un poco de humor, que creo cada vez lo necesitamos más. Además estoy convencido de que gustará a muchos. Con todos ustedes: ¡Los Enemigos!
https://www.youtube.com/watch?v=5916Yr4-g0U

domingo, 20 de octubre de 2019

Okupas

Victoria es una anciana de 94 años que vive en Portugalete (Vizcaya). La semana pasada fue a pasar unos días a casa de su hermana de 97 años. Cuando regresó a su domicilio se encontró con la desagradable sorpresa de que una familia había entrado en su casa, habían cambiado la cerradura y no podía acceder a su vivienda. Estos okupas ya habían entrado en varias viviendas de la zona. Son profesionales. Hay quien incluso, revende la casa okupada a otras personas. Saben que si hay menores, no se les puede desalojar fácilmente. Se sienten intocables. Victoria cometió el error de denunciar su caso como okupación, y no como allanamiento de morada, lo que hubiera acelerado los trámites. Gracias a que los vecinos se movilizaron masivamente, cortando incluso la carretera, los okupas no pudieron soportar la presión y decidieron abandonar la vivienda, solicitando incluso protección policial. Por supuesto, la verdadera propietaria echa de menos algunos enseres de la vivienda, pero ha recuperado lo más importante, su casa.
No es un caso aislado. Hay cada vez más casas okupadas. El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento pero, observamos atónitos como el conocimiento máximo de la ley, muchas veces impide que se castigue a los culpables. Es incomprensible cómo se garantiza —muchas veces de manera excesiva— a los delincuentes. Soy incapaz de comprender cómo desalojar una casa okupada puede demorarse en el tiempo. Es algo que debería resolverse en treinta minutos como máximo. Se comprueba quién es el legítimo propietario y se expulsa al okupa, haciéndole pagar los gastos ocasionados. Parece sencillo, ¿verdad? Pues en la maraña jurídica, echar a unos sinvergüenzas del domicilio es un quebradero de cabeza. Incluso hay que seguir pagando las facturas de agua y luz. Un auténtico despropósito.

Aquí no hablamos de personas con pocos recursos, a quienes los Servicios Sociales tienen el deber de apoyar para darles dignidad. Hablamos de sinvergüenzas que se creen por encima de la ley, okupando viviendas ajenas sin escrúpulos. Habrá quien asegure que todos tenemos derecho, según la Constitución, a una vivienda digna. Y tienen toda la razón. Lo que la Constitución no dice es que estas viviendas tengan que ser gratis. En el fondo, los okupas dicen que ellos son listos, mientras que el resto de los ciudadanos somos tontos. Ellos consiguen, sin esfuerzo, lo mismo que usted y yo trabajando y con sufrimiento. Lamentablemente, hay que pagar las facturas. Y por eso, se inventó esa cosa tan nefasta que es el trabajo. Trabajar es tan malo que deben pagarle a uno para que lo haga. Todos trabajamos para poder pagar nuestras casas y nuestros bienes. Lo que no se puede consentir es que haya gente —o gentuza— que decide motu proprio no dar un palo al agua y exigir todos los derechos. Y lo malo, es que muchas veces lo consiguen. Los derechos y los deberes van de la mano. Porque trabajar, y esforzarse, es un derecho, pero también un deber. Quizá el problema de nuestra sociedad es que solo nos acordamos de los derechos, pero nunca de los deberes. 

Piensen.
Sean buenos.

Hoy es el cumple de mi querido hermano Pablo. Sé que su canción favorita es Creep. Ya que sigo sin encontrar en ninguna tienda el Condensador de Fluzo, ¿qué mejor regalo que agasajar sus oídos, y el de todos ustedes, con un temazo de bandera? Con todos ustedes: ¡Radiohead!

domingo, 13 de octubre de 2019

Personas sin hogar

Esta semana ha venido un colegio a conocer el albergue de personas sin hogar donde trabajo. Eran unos cuarenta chicos —y chicas me corrigen los posmodernos trasnochados— de 3º de la ESO. Es decir, tienen 14 y 15 años. Antes de mostrarles cómo es el centro, les he pedido que me dijeran características de las personas sin hogar. Pruebe usted también a hacerlo. Las palabras más repetidas han sido: Alcohol, drogas, vagos, sinvergüenzas, mentirosos, mala suerte, miedo, gente que no es de fiar... Imagino que coincidirán con las características que ha pensado usted. Después les he pedido características de personajes famosos que conocen, como futbolistas, actores, músicos, youtubers... En esta ocasión, los adjetivos eran otros: Dinero, éxito, sexo fácil, a todos les gustaría poder conocerlos y hacerse una autofoto... Curioso. Las personas sin hogar no tienen ninguna característica positiva. Todo lo contrario que sus ídolos.
Después he realizado un juego con ellos. Les he dicho que escribieran en sendos papeles dos cosas imprescindibles en sus vidas. Una, algo físico y otra, algo más emocional. En el papel de los objetos físicos casi todos han puesto el móvil, su videoconsola, dinero, y los más macarrillas el tabaco y las cervezas los fines de semana. Ya saben. Tienen que pavonearse ante sus compañeros. En el papel de las emociones, todos, o casi todos han apuntado la familia, el novio o la novia, los amigos... Después he pasado por sus mesas, y he cogido, al azar, un papel o los dos del alumno y los he cambiado por otros papeles que tenía yo en los que había escrito alcoholismo, drogadicción, ludopatía, enfermedad mental, infidelidad, ruina... Les he explicado que ha pasado la vida y les ha quitado y les ha entregado algo. Sin merecerlo. ¿Cómo os sentís ahora? les he preguntado. Muchos han sentido que les arrancaban lo que más querían y se han encontrado con algo que jamás hubieran deseado. A alguno la vida les había quitado a su familia y su dinero y le había dado una enfermedad mental y alcoholismo. Todos han cambiado su percepción. A alguno se le ha escapado una lágrima. No podían comprender que le vida fuera tan dura. Ya no veían a las personas sin hogar unos caraduras, ni unos yonkis, ni borrachos. Han pasado del juicio a la justificación. 

Si después de este juego, una persona sin hogar da su experiencia, les aseguro que la percepción de los chicos cambia completamente. Por supuesto, no he profundizado más. Son unos críos. Pero sí quería que por un instante se sintieran como una persona sin hogar, despreciados. Ojalá a partir de hoy cuando se crucen con una persona sin hogar, no miren para otro lado. Que puedan empatizar. Que puedan sentir que quien está tirado en la calle es una persona. Con su historia, con sus decisiones, buenas o malas, con su sufrimiento. Mi idea es que al menos vean que en sus ciudades, en sus calles, en nuestro opulento primer mundo, hay gente que no tiene dónde dormir hoy, o no tiene qué comer, mientras tiramos toneladas de comida a la basura. Que no son invisibles, aunque nos empeñemos en no querer verlos. Es muy posible que a la mayoría de los chicos se les olvide lo que han visto en nuestro centro cuando salgan a la calle y sigan con sus cosas, pero si solo uno de ellos recapacita y piensa que las personas sin hogar son dignas, ha merecido la pena.

Piensen.
Sean buenos.

Me apetecía incluir la canción One. La que utiliza en los conciertos Bono para pedir el fin de la pobreza extrema en el mundo. Escuchen atentamente la intro de la canción. Si tnemos la voluntad de cambiar la situación actual, lo podremos conseguir. Después escuchen la canción, lo más alto que puedan. Es una canciones más hermosas de la historia. Con todos ustedes: ¡U2!

domingo, 6 de octubre de 2019

Bienvenidos, refugiados

Permítanme presentarles hoy a Walter Antonio. Es un chico colombiano que ha llegado hace pocas fechas al albergue de personas sin hogar donde trabajo. Con lágrimas en los ojos me contaba que la guerrilla en su país ha matado a su mujer y a sus dos hijas pequeñas. Unos días antes, a su hermano y a su cuñada. Pueden imaginar el infierno por el que ha pasado. Y, por supuesto, sin visos de solución a corto, ni medio plazo. El propio gobierno le dijo que no podía garantizar su seguridad en el país, por lo que tuvo que huir a España. Ya ha solicitado la condición de asilado político. De momento, desde nuestro centro, poco podemos trabajar con él, aparte de intentar reconstruirlo. Está destrozado, tanto física como anímicamente.
Desgraciadamente, no es un caso aislado. De un tiempo a esta parte, hemos observado cómo están llegando a nuestro centro personas procedentes de otros países cuyas vidas están destruidas. Les puedo contar muchas historias. Como la de John. Es otro chico que ha llegado a nuestro centro. En esta ocasión, procedente de África. Presenta una enorme cicatriz en la cara. Su historia es semejante. Ha presenciado como unos guerrilleros entraron en su casa y le amenazaron con un machete mientras tenía que ver cómo violaban a su mujer antes de asesinarla a sangre fría. Ese día pensaba que iba a morir. Fue llevado a la fuerza con la guerrilla, hasta que logró escapar y tras un largo viaje llegó a España. Su cara de agotamiento describe perfectamente lo que ha pasado. Aunque hoy al menos, hemos conseguido que sonría tímidamente. Muestra sus enormes dientes blancos. Ha dejado atrás la sangre, la desolación, la muerte... Está vivo y, lo más importante, a salvo. Es duro ser testigo de la destrucción más absoluta.

Afortunadamente, ya está aquí octubre y retomamos nuestras rutinas cotidianas: Trabajo, estudios... o lo que fuere. Y nuestro tiempo libre lo empleamos en las cosas que nos preocupan o nos divierten, como el fútbol, la estulticia de nuestros políticos, o ponga aquí lo que corresponda. Pero el drama sigue. Hay quienes opinan que lo mejor es controlar las migraciones desde los países de origen. No puedo creer tanta crueldad. Y ¿mientras? ¿Dejamos que se mueran de hambre o debido a la violencia extrema? Habría que recordar que según The Economist solo veinte países, es decir, el 12%, lo que equivale al 4,5% de la población mundial, viven en países con Democracia Plena. El resto, sobrevive... o trata de sobrevivir. La postura de occidente es demencial. Expoliamos países, incluso continentes, les robamos sus recursos y los esquilamos sin piedad, para luego exigirles que controlen a su chusma. Que aquí no los queremos. Hay quienes claman por el cierre de fronteras. Nada importa la vida de los cientos de personas esclavizadas, humilladas, violadas... Esta gente prefiere que estos indeseables se mueran en sus países. Piensan que si no lo ven, no existe el dolorSon unos asesinos. Y unos egoístas. Otros, aseguran sin sonrojarse que los inmigrantes son delincuentes. Es una estupidez sin sentido. ¿Los españoles no delinquen? Incluso el cuñado del Rey está entre rejas. No sé quién les engañó asegurando que vienen a robarnos el trabajo. Nadie es tan imbécil de poner la vida de sus hijos en peligro y subirlos a una patera si están más seguros en tierra. Lamento informarles de que pueden seguir poniendo muros, vallas, concertinas... o lo que se les ocurra, pero nada puede detener la huida del hambre, de la desolación y la muerte. Yo quiero seguir acogiéndoles, ¿y usted?

Piensen.
Sean buenos.

Quería incluir la canción Red flag day. Una canción que aparece en el album Songs of Experience que trata sobre el drama de los migrantes. Sobre la cantidad de personas que mueren en el mar... No se la pierdan. Es una de las canciones menos conocidas. Con todos ustedes: ¡U2!
https://www.youtube.com/watch?v=fagX8iAOx-o