domingo, 6 de octubre de 2019

Bienvenidos, refugiados

Permítanme presentarles hoy a Walter Antonio. Es un chico colombiano que ha llegado hace pocas fechas al albergue de personas sin hogar donde trabajo. Con lágrimas en los ojos me contaba que la guerrilla en su país ha matado a su mujer y a sus dos hijas pequeñas. Unos días antes, a su hermano y a su cuñada. Pueden imaginar el infierno por el que ha pasado. Y, por supuesto, sin visos de solución a corto, ni medio plazo. El propio gobierno le dijo que no podía garantizar su seguridad en el país, por lo que tuvo que huir a España. Ya ha solicitado la condición de asilado político. De momento, desde nuestro centro, poco podemos trabajar con él, aparte de intentar reconstruirlo. Está destrozado, tanto física como anímicamente.
Desgraciadamente, no es un caso aislado. De un tiempo a esta parte, hemos observado cómo están llegando a nuestro centro personas procedentes de otros países cuyas vidas están destruidas. Les puedo contar muchas historias. Como la de John. Es otro chico que ha llegado a nuestro centro. En esta ocasión, procedente de África. Presenta una enorme cicatriz en la cara. Su historia es semejante. Ha presenciado como unos guerrilleros entraron en su casa y le amenazaron con un machete mientras tenía que ver cómo violaban a su mujer antes de asesinarla a sangre fría. Ese día pensaba que iba a morir. Fue llevado a la fuerza con la guerrilla, hasta que logró escapar y tras un largo viaje llegó a España. Su cara de agotamiento describe perfectamente lo que ha pasado. Aunque hoy al menos, hemos conseguido que sonría tímidamente. Muestra sus enormes dientes blancos. Ha dejado atrás la sangre, la desolación, la muerte... Está vivo y, lo más importante, a salvo. Es duro ser testigo de la destrucción más absoluta.

Afortunadamente, ya está aquí octubre y retomamos nuestras rutinas cotidianas: Trabajo, estudios... o lo que fuere. Y nuestro tiempo libre lo empleamos en las cosas que nos preocupan o nos divierten, como el fútbol, la estulticia de nuestros políticos, o ponga aquí lo que corresponda. Pero el drama sigue. Hay quienes opinan que lo mejor es controlar las migraciones desde los países de origen. No puedo creer tanta crueldad. Y ¿mientras? ¿Dejamos que se mueran de hambre o debido a la violencia extrema? Habría que recordar que según The Economist solo veinte países, es decir, el 12%, lo que equivale al 4,5% de la población mundial, viven en países con Democracia Plena. El resto, sobrevive... o trata de sobrevivir. La postura de occidente es demencial. Expoliamos países, incluso continentes, les robamos sus recursos y los esquilamos sin piedad, para luego exigirles que controlen a su chusma. Que aquí no los queremos. Hay quienes claman por el cierre de fronteras. Nada importa la vida de los cientos de personas esclavizadas, humilladas, violadas... Esta gente prefiere que estos indeseables se mueran en sus países. Piensan que si no lo ven, no existe el dolorSon unos asesinos. Y unos egoístas. Otros, aseguran sin sonrojarse que los inmigrantes son delincuentes. Es una estupidez sin sentido. ¿Los españoles no delinquen? Incluso el cuñado del Rey está entre rejas. No sé quién les engañó asegurando que vienen a robarnos el trabajo. Nadie es tan imbécil de poner la vida de sus hijos en peligro y subirlos a una patera si están más seguros en tierra. Lamento informarles de que pueden seguir poniendo muros, vallas, concertinas... o lo que se les ocurra, pero nada puede detener la huida del hambre, de la desolación y la muerte. Yo quiero seguir acogiéndoles, ¿y usted?

Piensen.
Sean buenos.

Quería incluir la canción Red flag day. Una canción que aparece en el album Songs of Experience que trata sobre el drama de los migrantes. Sobre la cantidad de personas que mueren en el mar... No se la pierdan. Es una de las canciones menos conocidas. Con todos ustedes: ¡U2!
https://www.youtube.com/watch?v=fagX8iAOx-o

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