domingo, 27 de noviembre de 2016

Acomplejados

Pues ya pasó el Black Friday, o Black Fraude como lo llamo yo. Ya saben, esa costumbre estadounidense que marca el inicio de la temporada navideña con grandes descuentos por parte de las grandes superficies y tiendas minoristas. Gracias a las nuevas tecnologías, se ha extendido rápidamente por el resto de países. Hay quienes aseguran que el origen del término indica la fecha en la que los grandes almacenes cambiaban el color de sus cuentas. Pasaban del rojo al negro gracias al superávit... La dupla se complementa con el Cyber Monday para persuadir al populacho de que compre por internet. Ambas mueven cifras mareantes. Los estadounidenses llegaron a gastar 60 000 millones de dólares.
En nuestro país, se calcula que cada español se gastó una media de 145 €. La mayoría de ese dinero en ropa y en productos de electrónica. Es una moda muy actual, apenas lleva 5 años en España. Pero ha venido para quedarse. Como ya pasó con Halloween, con el mannequin challenge, con los runners, con los selfies... Como todo lo que procede allende los mares. Tiene algo irresistible. No nos negamos a ello. Lo asumimos como borregos. No me sorprendería que el año que viene celebráramos el Día de Acción de Gracias. Vayan comprando pavo... 

No insinúo que todo lo foráneo sea malo. Solo una mente cerril podría pensar así. Quizá nos falte algo de criterioEs lo que tiene vivir en un país acomplejado como España. Un país que renuncia a su rica historia porque nos avergonzamos de nosotros mismos. Estoy convencido de que si los ingleses hubiesen descubierto América, hoy viviríamos en el año 524 de la era moderna. Todo lo que recuerda a España tiene el adjetivo de casposo. Somos un país empeñado en enfrentarse consigo mismo. En el que eres de izquierdas o de derechas. Monárquico o Republicano. Del Madrid o del Barça... Por supuesto, con todos los clichés asociados. Donde el otro siempre será su enemigo. Somos especialistas en la ruindad. Incapaces de construir. Nuestro único objetivo es destruir al rival, al oponente. Ninguno quiere cooperar con el otro. Intentar construir un país en el que sus habitantes estén orgullosos de serlo y donde se eliminen las injusticias. Sin necesidad de copiar todas las tonterías que se les ocurra a los yanquis para adquirir una identidad.

Piensen.
Sean buenos.

Hoy la musa musical doña @BeatrizBagatela nos regala Supersoaker. Con un ritmo musical ligero, como la ligereza con la que nos implantan las cosas. No todo lo estadounidense es malo. Ellos nos regalaron el rocanrol. Con todos ustedes: ¡Kings of Leon!
https://www.youtube.com/watch?v=izzY55ACUQo




domingo, 20 de noviembre de 2016

Criogenización

Los medios británicos llevan unos días sorprendidos ante una noticia. Una niña de 14 años que sufría un extraño tipo de cáncer y a quien los médicos le habían determinado poco tiempo de vida, tomó una decisión controvertida. Decidió criogenizarse, es decir, congelar su cuerpo tras su muerte durante un tiempo indeterminado, a fin de que dentro de unos años, la ciencia encuentre un remedio a su enfermedad. Cuando esto ocurra, se le despertará —resucitar, decíamos antes los clásicos— para que pueda vivir con dignidad. La madre estaba de acuerdo con la petición de la hija, mas no así el padre. Por lo que comenzaron una batalla legal para tomar la terrible decisión. Finalmente, un juez decidió conceder los deseos de la niña. Tras el fallecimiento de la menor su cuerpo ha sido enviado a Estados Unidos, a un centro especializado en estos menesteres, por el módico precio de 43 000 euros.

Es evidente que el hecho es un auténtico brindis al sol. Hoy, no sabemos si será posible cumplir el sueño de esta niña. La ciencia no ha avanzado lo suficiente y no sabemos a ciencia cierta si logrará curar todas las enfermedades. Es una posibilidad, y como tal hay que tomarla. Hay quienes, en la cima de lo absurdo, aseguran que llegaremos a ser inmortalesAún así, los partidarios de la acción de la niña hacen hincapié en su valentía. En su determinación ante un hecho tan trascendental como es la muerte a su corta edad. El miedo es libre y cada uno puede hacer lo que quiera. No estamos aquí para juzgar a nadie. Es duro perder un ser querido, máxime cuando es tan joven. Pero no parece muy descabellado pensar que estas empresas son un timo en toda regla. Nadie le asegura que vayan a cumplir su parte contratada. Eso sí, el dinero, por adelantado. Y no es una bagatela. Que se mueran los pobres.

Yo me pregunto para qué se le resucitará dentro de, digamos, 200 años. Sus padres, hermanos, y demás familiares habrán muerto y, se encontrará sola en un mundo que no conoce y en una época que no es la suya. Estaría tan perdida como Leonardo da Vinci en nuestro mundo. Lamento informarles a los optimistas que la muerte es real. Existe. Aunque cerremos los ojos e inventemos mil inventos, vamos a seguir muriendo. Es la consecuencia lógica de nuestra sociedad. Nos negamos a aceptar el sufrimiento. Es algo que hemos desterrado de nuestro vocabulario y de nuestras mentes. Nos hemos empeñado en vivir en sociedades hermosas, pero ficticias. Donde todo lo que no nos guste lo eliminamos. ¿Ve usted los millones de muertos de hambre en el mundo? ¿O incluso las personas sin hogar de su barrio? Seguimos queriendo jugar a ser Dios. Cuanto más alto, más dura será la caída.

Piensen.
Sean buenos.

Tratándose de inmortalidad. Mi musa @BeatrizBagatela propone como canción regalo Who wants to live forever de la banda sonora original de la película Los Inmortales. ¿Quién quiere vivir para siempre? Ante situaciones como esta, solo una canción épica como esta puede  acompañarnos. Con todos ustedes: ¡Queen!

domingo, 13 de noviembre de 2016

Megusta

El otro día tuve la fortuna de poder recoger a mis hijos del cole. Como es habitual, siempre voy escuchando la radio mientras conduzco. Para colmo de mi felicidad sonó U2 por los altavoces del coche. Como es lógico subí el volumen para disfrutar de mi grupo favorito. Y aquí llegó la sorpresa. Mis hijos me dijeron que esa música era muy mala. Sorprendido ante tamaña afrenta les pregunté en qué se basaban para afirmar semejante despropósito. Su explicación fue contundente. En YouTube tienen menos Megusta que algunas canciones que les gustan a ellos. Es decir, para ellos, la calidad de una canción se mide por la aceptación en las redes sociales. Inmediatamente los corregí de su enorme error. Les expliqué que mi generación no escucha canciones en YouTube, o no lo indica con los megusta.
Y ese es el problema. Esta generación valora la calidad en función del éxito en las redes sociales. El ejemplo más evidente son la cantidad de programas de televisión en busca de estrellas. Como era de esperar, no aparecen, porque no tienen talento, pero tienen miles, o millones de seguidores, que en el fondo es lo que buscan. Todo está basado en productos precocinados. Uno de los problemas más importantes es que nuestros hijos busquen de manera errónea la aceptación de su grupo de iguales en internet. Cuantos más megusta, más guay eres. ¿Se imaginan hasta donde pueden llegar unos niños de 12 o 13 años —cuya madurez todavía no es la más idónea— por intentar alcanzar esa utopía? Luego nos sorprende la cantidad de niños víctimas de chantajes sexuales. En el fondo es una forma de buscar esa aceptación.

No nos damos cuenta, pero nuestros hijos están siendo adoctrinados por personajes de medio pelo, a los que llaman influencers. La mejor traducción que he encontrado de este palabreja es cantamañanas. A través de canales de YouTube les indican lo que les tiene que gustar y lo que no. Se han convertido en los modelos a seguir de nuestros hijos. Y los imitan a su forma. Suben a la red —a pesar de no tener edad legal para hacerlo—todos sus éxitos o hazañas en las redes. Y su única finalidad es obtener más megusta que sus compañeros. De esta forma alcanzan el nirvana. Esto solo es la punta del iceberg. Todo esto, bajo la absoluta ignorancia de los padres. Permítame una pregunta. ¿Sabe usted qué hace su hijo cuando navega por la red? No es cuestión de fiscalizar a sus hijos, pero sí de preocuparse por ellos y ver dónde están. Yo recuerdo que mi madre me preguntaba todos los días que dónde había estado la noche anterior, con quién y qué había hecho... Han cambiado los tiempos. ¿Nos hemos adaptado?

Piensen.

Sean buenos.


Como hace pocas fechas ya incluí una canción de Don Leonard Cohen, no quería repetirme, así que he optado por incluir El club de los imposibles, porque cuando dice que aspiremos fuerte el napalm, que huele a victoria en Apocalypse Now, solo puedo pensar en el terror que me da la victoria de Trump. También es mi homenaje al recientemente fallecido Perico Fernández, campeón del mundo de boxeo. Con todos ustedes: ¡Bunbury!



domingo, 6 de noviembre de 2016

Huelga de deberes

Según la OCDE los alumnos españoles de 15 años, tienen una media de 6,5 horas de deberes a la semana. Muy lejos de las 4,9 horas que tienen los países europeos. La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA) considera que son excesivas y ha convocado una huelga de deberes para todos los fines de semana de noviembre. Proponen que en lugar de hacer los deberes, la familia charle de temas de actualidad, visiten museos, preparen la cena, vean una película juntos, o escriban una carta a los abuelitos... El objetivo es que los padres —y madres me corregirán los posmodernos trasnochados— recuperen el tiempo familiar que les corresponde. Es cierto que algunas comunidades autónomas están racionalizando estos deberes, pero no es suficiente. Desde la CEAPA llegan a plantear que desaparezcan por completo. Los maestros están en desacuerdo con esta huelga. Son conscientes de que hay un problema, pero consideran que una guerra no ayuda a nadie. Proponen abrir un debate, plantear el modelo educativo y revisar el sentido de las tareas escolares. 



Hay quienes todavía creen en los duendes o los unicornios. Imagino que son los mismos que opinan que los deberes son castigos que mandan los maestros a los niños, o sirven para completar el temario no explicado en clase. Quizá no se hayan planteado que los mayores expertos en educación son, precisamente, los docentes. Seguro que su función no es fastidiar a su hijo. Estos deberes sirven para complementar el trabajo de clase y para incorporar hábitos de estudio necesarios en la educación superior. ¿O piensan que cuando acudan a la universidad aprobarán solo con asistir a clase? Por supuesto que hay que racionalizar los deberes escolares, pero más urgente que todo eso es cambiar el sistema educativo que hay en España, que ya ha demostrado año tras año que es un fracaso. Para esto hace falta la participación de todos los interesados. Pero para eso hay que implicarse... ¿Acabo de inventar una palabra? Doy por sentado que todos ustedes acuden a los consejos escolares para preocuparse por la educación de sus hijos, ¿verdad?

Es curioso como muchos padres enarbolan la bandera del derecho innegociable del ocio de sus hijos, pero tras las clases les apuntan a fútbol, inglés —habría que preguntarnos porqué la mayoría de los alumnos debe acudir a academias, pero eso sería otro debate—, patinaje, bailes de salón, pintura, o un sinfín de actividades extraescolares... ¿Esto es ocio? ¿O es simplemente una guardería de hijos mientas sus padres trabajan? A lo mejor estos papás tan concienciados luego no tienen tiempo de estar con sus hijos porque la conciliación familiar es un tema tabú en nuestro país. O porque cuando llegan a casa se dedican a jugar con su teléfonos móviles de última generación, o a ver la serie a la que están tan enganchados, o vaya usted a saber qué...  Y luego nos sorprendemos cuando una niña de 12 años muere tras un coma etílico. Algo me dice que muchos padres no quieren que sus hijos lleven tareas a casa para no tener que pasar más tiempo con ellos y así dedicarse a sus caprichos. De esta forma pueden ver el fútbol tranquilos, o ir al gimnasio, o jugar al pádel... 

Piensen.
Sean buenos.

La canción regalo de hoy es una maravilla, cortesía de @BeatrizBagatela. Su título lo dice todo. Are you lost in the world like me. El vídeo es sencillamente brutal. De obligado visionado. Nada más que añadir. Con todos ustedes: ¡Moby & The Void Pacific Choir!