Como bien sabrá, Edison inventó la bombilla en 1881. Consiguó que la duración media de esta primera bombilla fuera de unas 1500 horas aproximadamente. Posteriormente, en 1911, la duración llegaba ya a las 2500 horas. Algunas compañías productoras de bombillas, las más poderosas, temerosas de que se les acabara el negocio, se aliaron en 1924 creando el Cártel Phoebus y acordaron que la duración de las bombillas fuese de 1000 horas, con el objetivo de poder vender más, es decir, de que la rueda del consumo no se detuviera. Este fue el inicio de la Obsolescencia Programada o Planificada. Las empresas programan sus productos con una vida útil determinada, así se quedará obsoleto, o se estropeará tras un periodo de tiempo determinado con el fin de que usted siga consumiendo.
¿No se ha preguntado cómo es posible que su flamante teléfono móvil dure tan poco tiempo? ¿O que haya cambiado su viejo televisor que funcionaba perfectamente por otro de pantalla plana? ¿Y que después de haberlo cambiado, no le han entrado ganas de cambiarlo por uno con tecnología LED? ¿Por qué su impresora deja de imprimir de repente? Lamento informarle que todo esto no es casualidad, sino que está perfectamente programado por las empresas.
Ahora le toca a usted tomar decisiones. Debe decidir si quiere seguir con este ritmo de vida, con este consumismo, o si por el contrario, piensa que los consumidores tenemos unos derechos y una dignidad y que no merecemos que nos traten como si fuéramos tontos (que lo somos). Y esta vez no hablo de ecologismo, pero la fabricación de tantos artículos, conlleva un explotación del planeta. ¿No ha oido usted hablar de la Guerra de la República Democrática del Congo por conseguir el control del coltán, un material que sirve para la fabricación de baterías más modernas, más efectivas y más pequeñas? Pues de momento lleva más de cinco millones y medio de víctimas...
Piensen.
Sean buenos.