domingo, 26 de julio de 2020

Jóvenes y Coronavirus

Que somos una sociedad de dura cerviz no se le escapa a nadie. Cada día, siempre hay alguien que se encarga de recordarnos que somos tontos. Da igual dónde y cómo lo compruebe. A través de la tele, la radio, periódicos, internet... Las posibilidades son infinitas. Todos los días somos testigos de cómo un grupo numeroso, especialmente jóvenes, celebran botellones con sus amigos, o abarrotan un local de fiesta, o celebran un éxito deportivo, o acuden a celebraciones familiares multitudinarias; con sus besos, abrazos y demás muestras de cariño y afecto. Sorprende también verlos caminar por las calles sin mantener la distancia de seguridad y sin las medidas mínimas de protección. Algunos, parece que los más doctos, sí llevan la mascarilla. Eso sí, usada como bufanda o codera. Ya saben, tienen que mostrar al mundo que son hermosos. Si usted se lo recrimina, puede ser insultado o peor aún, agredido. No sería la primera vez... Así que muchas veces, lo mejor es pasar de largo y evitar el contacto con estos descerebrados.
Imagen del grupo reunido en el basurero de Coatbridge, North Lanarkshire - Instagram
Hay veces que soy incapaz de comprender en qué están pensando estas personas. ¿No han aprendido nada durante este tiempo? ¿No son conscientes de los más de 30 000 fallecidos en España? Aún me río cuando alguien pronosticaba que saldríamos mejores de esta crisis. El problema, quizá, es que, en el caso de una nueva oleada, los más perjudicados son las personas mayores. Por supuesto, los jóvenes aún no conocen el significado de empatía. Creen que la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos es aparcar el coche en el sitio de las personas con discapacidad. Ellos aseguran que durante el confinamiento se quedaron en casa. Pero en realidad, quedarse en casa fue una fiesta. Sin clase, sin responsabilidades, jugando a la consola, cantando el Resistiré a pleno pulmón, ligando con aplicaciones móviles y disfrutando con los aplausos de las ocho de la tarde. Ahora, continúan el jolgorio. A celebrarlo embriagándose. Todos sabemos que, si las personas más débiles frente al virus fueran los jóvenes, nuestros mayores se hubieran quedado en casa sin rechistar. Pero estos mozalbetes sin vergüenza, no pueden plegarse a la salud de todos. Primero ellos, después ellos, y por último, ellos.

Es lo que hemos creado y criado. Niñatos malcriados, egoístas y déspotas. Una generación de memos que tienen todo, incluso antes de pedirlo. Ahora, los padres, somos incapaces, no ya de exigir, sino de pedir a nuestros hijos que mantengan la distancia de seguridad o, que sencillamente, se pongan la mascarilla. ¿Qué les importa que haya rebrotes? Ellos tienen derecho a divertirse. Tienen derecho a sus vacaciones. Si este virus mata a los viejos y a los enfermos, no es su problema. Bastante sacrificio hicieron quedándose en casa durante el confinamiento. Estaría bien que alguien les recordara que el confinamiento fue obligado. A partir de ahora es cuando deben demostrar que son adultos y responsables. Difícil papeleta para esta generación irresponsable. Por supuesto, nuestros gerifaltes, solo tienen una forma de proteger a los mayores, imponiendo sanciones. ¿Para qué vamos a gastar, o malgastar, nuestras energías en educar? Es, sencillamente, descorazonador ver a esta generación derribar cada día todos los ladrillos del hogar que formaron nuestros padres.

Piensen.
Sean buenos.

Esta semana tenemos una nueva propuesta musical. Se trata de @LaFlow. Su canción regalo de hoy es Supalonely. Con todos ustedes: ¡Benee con Gus Dapperton!
https://www.youtube.com/watch?v=Rb6Scz-5YOs

domingo, 19 de julio de 2020

Alcohol y menores

Con la llegada de la tan cacareada nueva normalidad, han sido muchos quienes, aprovechando las buenas temperaturas, han aprovechado para irse a sus lugares de veraneo favoritos. Entre las muchas actividades estivales, muchos se han acercado a las terrazas de los bares refrescar el gaznate, mientras que otros han aprovechado la ocasión para empinar el codo. Es posible que usted ya haya acudido a algún local para ver a sus amigos, a quienes ha añorado durante todo este periodo de confinamiento en casa. En realidad, todos echamos de menos socializar y hablar con las personas que queremos sin intermediación de aparatos tecnológicos. Parece que el buen tiempo va a terminar con las videollamadas que tanto nos han acompañado este tiempo. Agradezcamos sus servicios y pasemos de fase.
Quizá le haya pasado como a mí y, mientras tomaba un refrigerio en alguna terraza haya visto a algunos jovenzuelos sentados en terrazas anejas ingiriendo alcohol sin rubor. Usted, que no es tonto, sabe perfectamente que quien está a su lado bebiendo cervezas como si no hubiera un mañana, no alcanza la mayoría de edad. Por tanto, quienes sirven esas bebidas espirituosas también lo saben. Hay quienes han pensado que subiendo los precios van a recuperar a los antiguos clientes. Craso error. Otros, aún más desalmados, anteponen sus ganancias a su dignidad, a su honorabilidad. Pero, ya saben, poderosos caballero es don dinero.

Por supuesto, la Policía hace la vista gorda. O casi diríamos la vista obesa. Porque para imponer sanciones por no llevar la mascarilla sí está presta y dispuesta. E igual que usted, e igual que el tabernero, sabe que hay jóvenes embriagándose en su local. Pero eso no importa a nadie. Lo importante es que se consuma, que haya gasto, que regrese la economía de mercado. Da la sensación, seguramente errónea, de que sus consignas son diferentes a lo que pregonan. Es la vergüenza de esta sociedad corrupta. Se consiente que menores de edad beban en locales, pero nos rasgamos las vestiduras si lo hacen en la vía pública. Ya es hora de enseñar que un menor de edad no puede beber, independientemente si paga impuestos en locales, o no. Y no puede beber, porque es perjudicial para su salud. Y deseo que a estos hosteleros sin escrúpulos les caiga todo el peso de la ley. Ahora llega la pregunta clave. ¿Usted hace la vista gorda con sus hijos?

Piensen.
Sean buenos.

Permítanme que la canción regalo de hoy sea Down all the days. Una extraña canción. Es la demo de Numb, pero cambiando la letra y la música, manteniendo la base rítmica. Sorprendente. Hay quien prefiere esta versión a Numb... Esperaremos el veredicto de los oyentes. Con todos ustedes: ¡U2!
https://www.youtube.com/watch?v=tKkeQicuncY

domingo, 12 de julio de 2020

Exigimos nuestros derechos individuales

Mi buen amigo Pedrín trabaja en un colegio concertado de Cantabria. El otro día, hablando con él, me contó unas anécdotas que me gustaría compartir con ustedes. La primera es el caso de un alumno que asegura no tener ingresos, y solicita beca de comedor y libros. Dado que sus padres declaran no tener ingresos, se le concede una beca de tramo 1. Es decir, el alumno paga una cantidad simbólica por el servicio de comedor y libros. Nunca más de 50 euros al año por los dos conceptos. Fantástico. Curiosamente, cuando su madre va a recogerlo, lo hace en un flamante Mercedes GLE, un todoterreno de lujo. También está el caso de esa alumna de 6º de Primaria, que durante el confinamiento por el Coronavirus no presentó ningún trabajo de plástica. Sus notas en la primera y segunda evaluación, fueron un 8 y un 7. El maestro decide que su nota final sea un 6, puesto que no ha presentado ningún trabajo en este trimestre, a pesar de que se le habían reclamado. El padre de la alumna, muy disgustado, se dirige al maestro advirtiéndole que, según la normativa, durante el periodo de confinamiento no se pueden bajar las notas y, exige  que se le suba la calificación de su hija. De nada sirven las explicaciones del maestro. Finalmente, el docente accede y su nota final es un notable. Acabamos con otra alumna que ha solicitado entrar en el centro para cursar 1º  de Bachillerato y que exige ir a clase sin uniforme escolar porque, sencillamente, no le gusta.
Me cuenta Pedrín que todos estos problemas son fáciles de subsanar. En el caso del primer alumno, basta una inspección fiscal para comprobar que alguno de sus progenitores, si no ambos, están defraudando a Hacienda. Es evidente que no están declarando todos sus ingresos. No es creíble que alguien que no tiene ingresos posea un automóvil de alta gama cuyo precio de salida en su versión básica es de casi 70 000 euros. Sin contar el mantenimiento. No se conforman con robar sino que, encima, se mofan de los contribuyentes, solicitando ayudas y becas económicas. El segundo caso tiene una solución simple. Solo hay que preguntar al abnegado papá, que tanto se preocupó por los deberes de su hija durante el confinamiento, qué nota quiere que le ponga a su hija y asunto resuelto. ¿Un 10? Pues un 10. ¿Qué importa que la niña no haya hacho absolutamente nada durante la tercera evaluación? Ya tendrá tiempo de aprender responsabilidad, sacrificio, trabajo... De momento, lo mejor es darle todos los caprichitos para evitar que se traumatice la criatura. El tercer caso es el más sencillo de resolver. Basta con que la alumna curse sus estudios en un centro público donde no hay obligatoriedad de usar uniforme. Si acudes a un centro, lo normal es acatar las normas que imperan allí. No es muy lógico cambiar las normas del centro porque a la niña no le gusten. Hay libertad de elección de centro educativo.

Consentimos que la gente defraude a Hacienda. Incluso nos parece bien si salimos beneficiados. Nunca pensamos en el bien común. Luego queremos que Papá Estado nos dé aquello que queremos, pero con la aportación del otro, puesto que yo soy más listo. Consentimos que un padre estúpido exija excelentes calificaciones sin esfuerzo para su hija. No nos importa que nuestros hijos sean unos ignorantes. Nos negamos a educarlos. Es un trabajo arduo y delegamos en otros. Clamamos por el derecho a ser felices de nuestros retoños, por encima de todo. Y por último, consentimos que una niña quiera cambiar las normas de una institución por capricho... El problema es que la lista es interminable. Cada minuto hay un necio que solo sabe exigir sus derechos aunque pisotee los de los demás. Pero esta es la realidad. Allá es donde vamos. Al sinsentido más absoluto. Al absurdo. A priorizar las libertades y derechos individuales por encima de todo y de todos. Nos hemos vuelto unos blandengues incapaces de decir que no para no herir susceptibilidades. ¿De verdad es mucho pedir que la gente no sea tan imbécil y solo sepa exigir derechos sin aportar ninguna obligación? Quizá el raro sea yo...

Piensen.
Sean buenos.

Esta semana, la buena de doña @BeatrizBagatela ha dudado entre varios temazos. Finalmente, su opción para musicalizar este artículo es You're in love with a psycho. Estás enamorada de un psicópata. Con todos ustedes: ¡Kasabian!
https://www.youtube.com/watch?v=kimPUWSwxIs