domingo, 5 de febrero de 2017

Impunidad de los funcionarios

Esta semana se ha descubierto el caso de Carles Recio. Un funcionario que acudía todos los días puntual, tanto por la mañana como por la tarde, a fichar —mediante su huella dactilar— a su oficina. Lo curioso del caso es que no pisó su puesto de trabajo durante ¡diez años! De hecho, no tiene despacho ni ordenador. Sus propios compañeros aseguran que solo acudía al centro de trabajo para negociar sus vacaciones. Era jefe de la Unidad de Actuación Bibliográfica con dependencia de la directora del Archivo General de la Diputación de Valencia. Su sueldo era cercano a los 50 000 euros anuales. En su defensa, el señor Recio asegura que su presencia en la oficina no era necesaria y que trabajaba como un negro. Tras el escándalo, esta semana se le ha reubicado en un despacho. No entiendo nada. Si lo que hacía era correcto, ¿por qué se corrige? Algún día hablaremos sobre las diputaciones provinciales, su más que demostrada inutilidad y sobre la colocación a dedo de amiguetes en puestos públicos. Luego nos extrañamos de que España ocupe el lugar que ocupa en cuanto a corrupción. Dentro de nada, nos batiremos el cobre con superpotencias de la talla de Afganistán o Somalia.
Permítanme incluir esta escena del gran Forges
No es el primer caso. Ni será el último. Famoso fue el caso de otro funcionario de Cádiz que estuvo cobrando más de seis años sin siquiera ir a fichar. O la de los encargados de atención telefónica al ciudadano cuyo horario es de 9 a 14 y que hacen horas extra hasta las 17. ¿Qué hacen esas tres horas aparte del gandul? Hay algún funcionario que reconoce abiertamente que no hace absolutamente nada en su jornada laboral aparte de jugar al Buscaminas y leer la prensa deportiva. Por no hablar del espinoso asunto de los liberados sindicales. Yo mismo he presenciado cómo una jefa de sección se fue a las 12 del mediodía porque tenía resaca y en la firma indicó que había salido a las 16. No solo elude su trabajo sin motivo sino que encima incluye más horas de las realizadas para poder escaquearse otro día. Indignante. Como ven, ejemplos hay a miríadas. Pregunte a cualquier amigo o familiar. Todos tienen la percepción de que los trabajadores públicos holgazanean en su jornada laboral. Cuyos desayunos son eternos. Por no hablar de bajas médicas prolongadas ad nauseam. ¿Nunca se han planteado el porqué de tan mala fama? ¿Casualidad? No lo creo.

No me malinterpreten. No es un ataque al empleo público. Todo lo contrario. He trabajado para la Administración y mi experiencia me dice que la mayoría de los empleados son más que eficientes. Aunque siempre hay sinvergüenzas. Como en todos los ámbitos. En la empresa privada y en la pública. La enorme diferencia es que si un trabajador de una empresa privada no acude a su puesto de trabajo, no ya diez años, sino diez días, se va a la calle. Con toda justicia. El gran escándalo es la ausencia de consecuencias del empleado público ante posibles tropelías. La culpa no es del funcionario, que puede ser un golfo o un canalla, sino de un sistema corrupto, que consiente, y casi alienta, este tipo de conductas. ¿Hay todavía algún ingenuo que piense que a nuestro protagonista de hoy lo van a echar o, al menos, devolverá lo cobrado indebidamente? La impunidad es repugnante. Y no me digan que han aprobado una oposición y que cualesquiera nos podemos presentar. Los demás hemos pasado otros procesos de selección para tener nuestros trabajos, y eso no nos da carta blanca. ¿Por qué ningún gobierno se atreve a plantear la reestructuración del empleado público? 

Piensen.
Sean buenos.

La canción regalo de hoy es Non, je ne regrette rien. No me arrepiento de nada. Como esta gentuza que sigue viviendo sin ningún pudor. Con todos ustedes: ¡Edith Piaf!
https://www.youtube.com/watch?v=7I7u_XLtFa0

1 comentario:

  1. Mire esto sobre los funcionarios que denuncian la corrupción y sus consecuencias por ser gente honesta. Que opinión le merece al autor.

    http://politica.elpais.com/politica/2017/02/10/actualidad/1486717372_302660

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