lunes, 9 de mayo de 2011

Osama ben Laden y Bildu

La semana pasada todos nos levantamos con dos noticias impactantes. El lunes 2 de mayo, la noticia fue el asesinato de Osama ben Laden (me gusta más que bin Laden, imagino que es por el influjo de Judá ben Hur) por fuerzas especializadas de elite (mejor que élite) estadounidenses Navy Seals, mientras que el viernes 6 de mayo la noticia fue que el Tribunal Constitucional había autorizado la concurrencia de todas las candidaturas de Bildu en el País Vasco y Navarra, anulando así la sentencia del Tribunal Supremo que las había rechazado por considerar que se configuraban como una sucesión o continuación fraudulenta y por ende ilícita y prohibida del complejo ETA-Batasuna.

Vayamos por partes, por un lado, un comando de un ejército ha entrado en un país extranjero sin previo aviso, ha localizado a una persona, al enemigo público número uno,  que según todos los indicios estaba desarmado, y lo ha ejecutado sin juicio previo. Muchas han sido las voces que se han alegrado de tal acción. El propio Zapatero ha justificado el asesinato de ben Laden por ser un destino buscado por él después de su sanguinaria trayectoria (sic). Por otra parte, el Tribunal Constitucional, a pesar de las pruebas de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, permite que una coalición, que el propio Tribunal Supremo ha dictaminado como una triquiñuela legal de ETA-Batasuna, presentarse a las elecciones municipales y autonómicas, con el pretexto de que no hay pruebas "con intensidad suficiente".

Me parece que existe una doble moralidad en este asunto. ¿Qué hubiera pasado si un comando español hubiera matado a un terrorista etarra confeso, sin juicio previo? ¿Ustedes creen que algún partido político con las mismas características que Bildu podría presentarse a unas elecciones en cualquier país serio? ¿Por qué el presidente del Gobierno puede alegrarse de la ejecución sin juicio de un terrorista y que a la vez se alegre de que unos terroristas puedan presentarse a unas elecciones democráticas? Es posible que todo este embrollo se hubiese evitado si se depolitizara la Justicia, y ni el Congreso, ni el Gobierno, ni ningún órgano externo al Consejo General del Poder Judicial eligiese a los magistrados del Tribunal Constitucional, pero claro, eso sería en un país serio.

Piensen.
Sean buenos.

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