Irene Montero, actual ministra de Igualdad —a quien deseamos una pronta recuperación—, defendía en una entrevista radiofónica en Radio Nacional de España, RNE, la necesidad de implementar el Ingreso Mínimo Vital para ayudar a las familias más desfavorecidas. Perfecto. Es evidente que esta crisis del Coronavirus ha dejado muchas familias en situaciones económicas precarias. Según la ministra, y debe tener razón pues tiene las cifras, muchas de estas familias están formadas por mujeres con cargas familiares. Lo curioso es que empleó una palabra que aunque no es nueva, creíamos ya superada. La señora Montero llamó a estas familias Monomarentales. Quiere decir que son las madres las que están solas. Por supuesto, su séquito de acólitos aplaudió el empleo de la palabra.
¿Monomarentales? No creo que la señora ministra, licenciada universitaria en Psicología y con un máster en Psicología de la Educación, desconozca que esa palabra no está recogida en el diccionario de la Real Academia Española. Y no lo está porque es sencillamente ridículo. Parental procede de parentalis, de parens. Es decir, padre o madre. De hecho es el participio presente del verbo parire, parir. No es sexista. Habla de familias con un solo progenitor o progenitora. Padre o madre.
Hay quien insiste en la necesidad de emplear neologismos para dar visibilidad a determinados colectivos más o menos desfavorecidos. Es la nueva corriente de pensamiento único. Quieren que pensemos que si cambiamos las palabras el problema se eliminará. Si ya no se dice monoparental, se acabará con el patriarcado opresor. ¿Por qué no empleamos nuestros esfuerzos en educar a nuestros hijos en la igualdad, en respeto, en responsabilidad? En una palabra, en valores. Pueden empezar ahora que están los niños en casa confinados por el maldito virus. ¿O son los que piensan que todo eso debe hacerse desde la escuela? ¿De verdad creen que por decir monomarental, por insistir en negar el lenguaje inclusivo, o emplear la arroba o las x para evitar el género de las palabras vamos a conseguir que un australopithecus no mate a su mujer?
Hay quien insiste en la necesidad de emplear neologismos para dar visibilidad a determinados colectivos más o menos desfavorecidos. Es la nueva corriente de pensamiento único. Quieren que pensemos que si cambiamos las palabras el problema se eliminará. Si ya no se dice monoparental, se acabará con el patriarcado opresor. ¿Por qué no empleamos nuestros esfuerzos en educar a nuestros hijos en la igualdad, en respeto, en responsabilidad? En una palabra, en valores. Pueden empezar ahora que están los niños en casa confinados por el maldito virus. ¿O son los que piensan que todo eso debe hacerse desde la escuela? ¿De verdad creen que por decir monomarental, por insistir en negar el lenguaje inclusivo, o emplear la arroba o las x para evitar el género de las palabras vamos a conseguir que un australopithecus no mate a su mujer?
Piensen.
Sean buenos.
Ayer fue el decimocuarto cumpleaños de mi hija. Me ha pedido como regalo que incluya la canción Madame Ayahuasca. No me he podido negar. Sé que lo va a disfrutar. Disfruten ustedes con ella. Con todos ustedes: ¡Taburete!
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