Esta semana ha venido un colegio a conocer el albergue de personas sin hogar donde trabajo. Eran unos cuarenta chicos —y chicas me corrigen los posmodernos trasnochados— de 3º de la ESO. Es decir, tienen 14 y 15 años. Antes de mostrarles cómo es el centro, les he pedido que me dijeran características de las personas sin hogar. Pruebe usted también a hacerlo. Las palabras más repetidas han sido: Alcohol, drogas, vagos, sinvergüenzas, mentirosos, mala suerte, miedo, gente que no es de fiar... Imagino que coincidirán con las características que ha pensado usted. Después les he pedido características de personajes famosos que conocen, como futbolistas, actores, músicos, youtubers... En esta ocasión, los adjetivos eran otros: Dinero, éxito, sexo fácil, a todos les gustaría poder conocerlos y hacerse una autofoto... Curioso. Las personas sin hogar no tienen ninguna característica positiva. Todo lo contrario que sus ídolos.
Después he realizado un juego con ellos. Les he dicho que escribieran en sendos papeles dos cosas imprescindibles en sus vidas. Una, algo físico y otra, algo más emocional. En el papel de los objetos físicos casi todos han puesto el móvil, su videoconsola, dinero, y los más macarrillas el tabaco y las cervezas los fines de semana. Ya saben. Tienen que pavonearse ante sus compañeros. En el papel de las emociones, todos, o casi todos han apuntado la familia, el novio o la novia, los amigos... Después he pasado por sus mesas, y he cogido, al azar, un papel o los dos del alumno y los he cambiado por otros papeles que tenía yo en los que había escrito alcoholismo, drogadicción, ludopatía, enfermedad mental, infidelidad, ruina... Les he explicado que ha pasado la vida y les ha quitado y les ha entregado algo. Sin merecerlo. ¿Cómo os sentís ahora? les he preguntado. Muchos han sentido que les arrancaban lo que más querían y se han encontrado con algo que jamás hubieran deseado. A alguno la vida les había quitado a su familia y su dinero y le había dado una enfermedad mental y alcoholismo. Todos han cambiado su percepción. A alguno se le ha escapado una lágrima. No podían comprender que le vida fuera tan dura. Ya no veían a las personas sin hogar unos caraduras, ni unos yonkis, ni borrachos. Han pasado del juicio a la justificación.
Si después de este juego, una persona sin hogar da su experiencia, les aseguro que la percepción de los chicos cambia completamente. Por supuesto, no he profundizado más. Son unos críos. Pero sí quería que por un instante se sintieran como una persona sin hogar, despreciados. Ojalá a partir de hoy cuando se crucen con una persona sin hogar, no miren para otro lado. Que puedan empatizar. Que puedan sentir que quien está tirado en la calle es una persona. Con su historia, con sus decisiones, buenas o malas, con su sufrimiento. Mi idea es que al menos vean que en sus ciudades, en sus calles, en nuestro opulento primer mundo, hay gente que no tiene dónde dormir hoy, o no tiene qué comer, mientras tiramos toneladas de comida a la basura. Que no son invisibles, aunque nos empeñemos en no querer verlos. Es muy posible que a la mayoría de los chicos se les olvide lo que han visto en nuestro centro cuando salgan a la calle y sigan con sus cosas, pero si solo uno de ellos recapacita y piensa que las personas sin hogar son dignas, ha merecido la pena.
Piensen.
Sean buenos.
Me apetecía incluir la canción One. La que utiliza en los conciertos Bono para pedir el fin de la pobreza extrema en el mundo. Escuchen atentamente la intro de la canción. Si tnemos la voluntad de cambiar la situación actual, lo podremos conseguir. Después escuchen la canción, lo más alto que puedan. Es una canciones más hermosas de la historia. Con todos ustedes: ¡U2!
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