Se sube el telón y aparece un humorista haciendo un sketch en el que el personaje termina sonándose los mocos con la bandera de España. Da igual que pida disculpas de una forma más o menos impostada. Como ocurre siempre, la mitad de los españoles se sienten ofendidos en lo más profundo de su ser y dictan sentencia. Ejecución en la plaza pública. Por supuesto, la otra mitad hablan de que solo es humor y lo exculpan de todo pecado. Hay quien incluso justifica al humorista aduciendo que quienes se ofenden con la broma no se muestran tan agraviados con los defraudadores ni con los corruptos. Pura demagogia en ambos bandos. Como siempre. Maldita España.
Por otro lado, un juez escribe en una revista de una asociación judicial una ¿poesía? erosionando la dignidad de la portavoz de un determinado partido político. En este caso, sí hay sentencia judicial, 70 000 euros. 50 000 euros para el poeta, y 20 000 a los miembros del comité de redacción de la publicación por no supervisar el contenido del poema. Aún así, la sentencia popular es dispar. Es solo humor, aseguran algunos. Cómo es posible que por un chascarrillo haya que indemnizar a alguien, se preguntan asombrados. Casualmente, son los mismos que se ofendían con el chiste del humorista. Los otros justifican plenamente la sentencia. Es inadmisible que se falte al respeto a alguien. No se puede tolerar que se insinúe que la citada portavoz haya logrado su meta por encamarse con el secretario del partido. Pura demagogia en ambos bandos. Como siempre. Maldita España.
¿Dónde está el límite del humor? ¿Es lícito mofarse de algo o alguien que ofende a los demás? Lo más lógico es pensar que el humor debe terminar donde se ofenda al otro, pero esto no es así. Lo que ofende a unos, los otros lo justifican. ¿Por qué aunque nadie esté a favor del acoso escolar a adolescentes, hay quien justifica que se mofen de la infanta real de apenas 13 años? ¿Por qué quienes pedían el cierre de cierta revista satírica por mostrar en su portada a la actual reina copulando con su marido, justifican ahora la insidia a una mujer? ¿Por qué hay quien justifica la lapidación a un humorista tras sonarse los mocos con la bandera de un país, pero no con la bandera arco iris del colectivo LGTBI? La solución es tan sencilla como dramática. El límite del humor no lo marca el respeto. Para eso tendríamos que ser un país con una educación y unos valores mínimos... y estamos a años luz de esto. Los límites del humor lo marca la ideología. Y esto es lo dramático de este puñetero país. Que sigue empeñado en destruirse por ser incapaz de llegar a un mínimo consenso. Maldita España.
Por otro lado, un juez escribe en una revista de una asociación judicial una ¿poesía? erosionando la dignidad de la portavoz de un determinado partido político. En este caso, sí hay sentencia judicial, 70 000 euros. 50 000 euros para el poeta, y 20 000 a los miembros del comité de redacción de la publicación por no supervisar el contenido del poema. Aún así, la sentencia popular es dispar. Es solo humor, aseguran algunos. Cómo es posible que por un chascarrillo haya que indemnizar a alguien, se preguntan asombrados. Casualmente, son los mismos que se ofendían con el chiste del humorista. Los otros justifican plenamente la sentencia. Es inadmisible que se falte al respeto a alguien. No se puede tolerar que se insinúe que la citada portavoz haya logrado su meta por encamarse con el secretario del partido. Pura demagogia en ambos bandos. Como siempre. Maldita España.
¿Dónde está el límite del humor? ¿Es lícito mofarse de algo o alguien que ofende a los demás? Lo más lógico es pensar que el humor debe terminar donde se ofenda al otro, pero esto no es así. Lo que ofende a unos, los otros lo justifican. ¿Por qué aunque nadie esté a favor del acoso escolar a adolescentes, hay quien justifica que se mofen de la infanta real de apenas 13 años? ¿Por qué quienes pedían el cierre de cierta revista satírica por mostrar en su portada a la actual reina copulando con su marido, justifican ahora la insidia a una mujer? ¿Por qué hay quien justifica la lapidación a un humorista tras sonarse los mocos con la bandera de un país, pero no con la bandera arco iris del colectivo LGTBI? La solución es tan sencilla como dramática. El límite del humor no lo marca el respeto. Para eso tendríamos que ser un país con una educación y unos valores mínimos... y estamos a años luz de esto. Los límites del humor lo marca la ideología. Y esto es lo dramático de este puñetero país. Que sigue empeñado en destruirse por ser incapaz de llegar a un mínimo consenso. Maldita España.
Piensen.
Sean buenos.
Ya que hablamos de humor, permítanme que la canción regalo de hoy sea So payaso. Estoy seguro que hará las delicias de más de uno. Con todos ustedes: ¡Extremoduro!
Amigo...sátira y mofa ha habido siempre. Que se lo digan, si no, a Góngora y Quevedo, por ejemplo.
ResponderEliminarQuizá también, nos indignamos ahora mucho casi por cualquier cosa.
Es respeto, sí, pero también tolerancia.