Permítanme compartir una nueva experiencia que me ha ocurrido en el albergue de personas sin hogar donde trabajo. Hace un mes aproximadamente llegó un chico a nuestro centro. Era evidente que, además de tener un problema de adicciones, padecía una enfermedad mental. Estaba en pleno brote y no tenía medicación. Era incapaz de mantener horarios, normas, higiene... No pudimos trabajar con él y decidió irse sin que pudiéramos hacer mucho más. Pasados unos días, nos llamó una persona que se lo había encontrado durmiendo en la calle. Le expusimos la situación y le redirigimos a la Unidad de Salud Mental para que lo estabilizaran. Yo mismo lo acompañé al centro sanitario.
Heroína comercializada por la empresa alemana Bayer a finales del siglo XIX.
Allí comenzó un auténtico via crucis. La persona que nos recibió tras el mostrador, y a quien expusimos la situación, le preguntó por su dirección. Al decirle que vivía bajo una escalera en la calle, esbozó una sonrisa burlona y le preguntó con sorna qué tal se vivía allí. Indignado ante el comentario le espeté que si ya de por sí era duro dormir en la calle, lo mínimo sería no recibir mofas de un profesional sanitario. Luego llegó la psiquiatra, antes de verlo siquiera, nos dijo que padecía un problema de consumo y no tenía enfermedad mental, por tanto, no valoraba su ingreso. Le expliqué su comportamiento en el albergue haciéndole ver un punto de vista diferente al suyo, estrictamente médico, dando una visión social. Aún así, ella insistía en que acudiera a la Unidad de Conductas Adicticas (UCA). Dado que ya denuncié el funcionamiento de la UCA en este mismo foro hace escasas fechas, no me voy a extender (enlace aquí). Ya que no era posible su ingreso, finalmente accedió a derivarlo en un ¡centro terapéutico de la iglesia evangélica pentecostal! ¿El recurso que el servicio público de salud considera más adecuado para este usuario es este tipo de centros, donde se explota laboralmente a las personas y no se les administra medicación? Debe tratarse de una broma. Y de mal gusto. Afortunadamente, y tras mucho batallar, conseguimos su ingreso.
Tras una semana, estabilizado médicamente, ha vuelto al albergue. Lleva una vida más sosegada. Toma su medicación, e incluso ha encontrado un pequeño empleo, que le permitirá alquilar una habitación y tener una vida autónoma... y digna. Y ¿por qué les he contado todo este rollo? Aparte de para denunciar la actuación de algunos de los profesionales sanitarios con los que me toca bregar con más frecuencia de la deseada, para decirles que la reinserción es posible y es real. No es nada fácil. Pero es posible si todas los agentes sociales ponemos de nuestra parte. Si actuamos como la psiquiatra de turno, cuyo único empeño era quitarse el marrón de encima, les aseguro que nadie logrará salir de la calle. Le diría a estos profesionales que prueben a implicarse en su trabajo. A lo mejor se les hace más ameno y consiguen sus objetivos. Si todos realizáramos nuestro trabajo como Rafa Nadal el suyo, seríamos una superpotencia mundial.
Piensen.
Sean buenos.
Permítanme también que la canción regalo de hoy sea Bad. Es una canción acerca de un amigo de Bono al que dieron en su vigésimo primer cumpleaños suficiente heroína para matarlo. Una de las mejores canciones de los irlandeses. Esta representación en directo es sencillamente maravillosa. Fue escuchándola cuando declaré mi amor incondicional a este grupo. Siempre que la escucho, y les aseguro que supera el millar de ocasiones, me sigue emocionando. Con todos ustedes: ¡U2!
https://www.youtube.com/watch?v=3YusuxRqg5w
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