La semana pasada, un conocido portal de internet de búsqueda de empleo publicó una oferta de repartidor de bollos, en la que se exigían recién licenciados en Administración y Dirección de Empresas y en posesión del carné de conducir con una antigüedad de dos años. El sueldo oscilaba entre los 12 000 y 15 000 euros brutos al año y la jornada laboral comenzaba a las 4 de la mañana para poder entregar los bollos. Tras la sorpresa popular —que acabó por volverse irritación— ante semejante anuncio, la empresa finalmente decidió retirar ese requerimiento. Lo justificaba por la posibilidad de promoción. Cabe destacar que antes de retirarlo se habían inscrito en la oferta más de 600 solicitantes...
Otro claro ejemplo es el vivido por mi amiga Dulcinea del Toboso —nombre ficticio— que trabajaba en una ONG de renombre internacional. Estaba supliendo una baja por enfermedad, y cuando llegó el mes de agosto, dicha ONG decidió despedirla para ahorrarse así su sueldo durante las vacaciones, con la promesa de contratarla de nuevo en septiembre. Pero no fue así, llegada la fecha, le propusieron incorporarse de manera voluntaria a su puesto, a lo que ella tuvo que negarse y aceptar el trabajo de saladora de puercos, donde según se dice tuvo la mejor mano en toda la Mancha (Don Quijote, Primera parte, capítulo IX). La pobre Dulcinea tenía que hacer frente a la hipoteca y a que sus hijos tenían la desagradable costumbre de comer todos los días... ¡e incluso tres veces! Hay gente que malcría a sus hijos de forma descarada.
Son solo unas muestras de la situación del mercado laboral. Las podríamos contar por miríadas. Ante la carestía de empleos, la gente ha de aceptar cualquier trabajo. Esto es perfectamente comprensible. Todos tenemos muchos gastos. Lo que no es admisible bajo ningún concepto es que los empresarios quieran confundir trabajadores con materia prima que puede utilizarse hasta agotarla, hasta exprimirla. Es decir, quieren esclavos. El día que descubran que el trabajador es el mayor activo de la empresa quizá la cosa cambie. No se puede despreciar a la gente. Es muy respetable el trabajo de repartidor de bollos, pero quizá no sea necesario tener una licenciatura para ejercerlo perfectamente. Que luego no se quejen nuestros políticos por la fuga de cerebros, aunque haya quien no lo vea negativo o lo llame "movilidad exterior".
Piensen.
Sean buenos.
La canción regalo de hoy es "When love comes to town". Un blues como no podía ser menos. Hay pocas veces en las que alguien supere a Bono y The Edge cantando y tocando la guitarra. En esta ocasión, un recién llegado a esto de la música lo consigue. Les pega una paliza antológica. Su nombre... B.B. King. Un auténtico monstruo del blues. Merece la pena escucharla. Disfruten. Es U2.
Otro claro ejemplo es el vivido por mi amiga Dulcinea del Toboso —nombre ficticio— que trabajaba en una ONG de renombre internacional. Estaba supliendo una baja por enfermedad, y cuando llegó el mes de agosto, dicha ONG decidió despedirla para ahorrarse así su sueldo durante las vacaciones, con la promesa de contratarla de nuevo en septiembre. Pero no fue así, llegada la fecha, le propusieron incorporarse de manera voluntaria a su puesto, a lo que ella tuvo que negarse y aceptar el trabajo de saladora de puercos, donde según se dice tuvo la mejor mano en toda la Mancha (Don Quijote, Primera parte, capítulo IX). La pobre Dulcinea tenía que hacer frente a la hipoteca y a que sus hijos tenían la desagradable costumbre de comer todos los días... ¡e incluso tres veces! Hay gente que malcría a sus hijos de forma descarada.
Son solo unas muestras de la situación del mercado laboral. Las podríamos contar por miríadas. Ante la carestía de empleos, la gente ha de aceptar cualquier trabajo. Esto es perfectamente comprensible. Todos tenemos muchos gastos. Lo que no es admisible bajo ningún concepto es que los empresarios quieran confundir trabajadores con materia prima que puede utilizarse hasta agotarla, hasta exprimirla. Es decir, quieren esclavos. El día que descubran que el trabajador es el mayor activo de la empresa quizá la cosa cambie. No se puede despreciar a la gente. Es muy respetable el trabajo de repartidor de bollos, pero quizá no sea necesario tener una licenciatura para ejercerlo perfectamente. Que luego no se quejen nuestros políticos por la fuga de cerebros, aunque haya quien no lo vea negativo o lo llame "movilidad exterior".
Piensen.
Sean buenos.
La canción regalo de hoy es "When love comes to town". Un blues como no podía ser menos. Hay pocas veces en las que alguien supere a Bono y The Edge cantando y tocando la guitarra. En esta ocasión, un recién llegado a esto de la música lo consigue. Les pega una paliza antológica. Su nombre... B.B. King. Un auténtico monstruo del blues. Merece la pena escucharla. Disfruten. Es U2.
Es bien triste la situación, tanto para el trabajador como para el empresario, mi consuegro tiene una Constructora y dice que hace mas de 10 años que no encuentra a un electricista, fontanero, carpintero español, estos tipos cobran el paro y trabajan por su cuenta defraudando a Hacienda. Mi hija lecenciada en Periodismo y Publicidad trabajo dos años en BancoHotel vendiendo viajes por teléfono,tenemos que mentalizarnos que hay que trabajar en lo que sea, pero trabajar y no vivir a costa de los demás.
ResponderEliminarSaludos Marian
Por desgracia (o mejor dicho, por necesidad) hay que trabajar en lo que sea independientemente de lo que se haya estudiado. Hoy día tener estudios no facilita poder acceder a un buen puesto. Ojalá salgamos pronto de esta, aunque visto lo visto cuesta creerlo.
ResponderEliminarEstoy contigo Diego
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