Hasta el fin del mundo

Es sorprente. Resulta que los mayas, una civilización que vivió hace más de 3000 años y cuyos conocimientos científicos distan mucho de ser cuanto menos aceptables, profetizaron que el fin del mundo ocurriría el 21 de diciembre de 2012 y mucha gente le ha dado pábulo. Es como si mi hija de 6 años asegura que el fin del mundo ocurrirá en el año 6002 porque es el año que ella nació pero leído al revés y hay alguien que le da un mínimo de credibilidad. Sería sencillamente ridículo.

En realidad, no sé de qué me extraño. Actualmente, no solo nos creemos que el fin del mundo ocurrirá en una determinada fecha porque así lo advirtieron los mayas, sino que en la mayoría de los periódicos y revistas que hay en los quioscos —especialmente las dirigidas al público femenino, y no me pregunten porqué, pero es así— siguen apareciendo horóscopos. Por otro lado, si usted ve la tele por la noche observará que existen muchos canales de televisión de brujas que usan el tarot, la astrología para adivinar el futuro... En definitiva creemos en estas y en otras supercherías.

Es realmente increíble que en la sociedad tecnológica del siglo XXI, con todos los adelantos científicos sigamos creyendo en paparruchas. Somos un país de paletos, peor aún, una sociedad de paletos. En este caso, ha sido un ridículo internacional (según encuestas, creyeron el fin del mundo el 10% de los estadounidenses). ¿Cómo puede avanzar una sociedad en estas condiciones? Si la gente es engañada con estas necedades, ¿cómo no van a engañarlos con algo más serio? Cualquier político sin escrúpulos podría prometer a los inocentes ciudadanos bajar los impuestos, más empleo, más derechos y luego hacer lo contrario. ¿O no?

Piensen.

Sean buenos.

Como regalo de Navidad, les obsequio con una canción de mi grupo favorito, U2, que da título a este artículo, aunque hace referencia a la traición de Judas. Hope you like it!