¡Alégrese! ¡Regocíjese! ¡Ya ha comenzado la campaña electoral! La primera de las muchas que nos esperan a los sufridos españoles. A pesar de no haberse acordado de los ciudadanos durante años, a partir de ahora, debemos aguantar a los sucesivos candidatos suplicándonos el voto; puesto que ellos, y solo ellos, son los mejores. ¿Los demás? Chusma. Unos seres infectos. Se acercarán a medios de comunicación, a los mercados, a las plazas, los veremos por doquier con sus mejores sonrisas a anunciar sus bondades, e insisto, a desprestigiar al rival. Ya les anticipo una cuestión. Ninguno aportará nada. Ninguna idea para mejorar el país. Sus únicos argumentos serán echar estiércol sobre sus rivales. Fomentar los zascas en las redes sociales. Que eso sí tiene mucha visibilidad. También son expertos en fabricar lo que los posmodernos trasnochados llaman fake news, que es lo que toda la vida se ha llamado en español, paparruchas.
Es tiempo también de ver cómo se apresuran por inaugurar carreteras, hospitales, convocar oposiciones y demás servicios públicos. No creo que haya aún ningún iluso que crea que lo hacen porque son bondadosos o filántropos. Parece que muchas veces olvidan que esas obras; muchas veces faraónicas, otras con su consabidas mordidas; están realizadas con nuestro dinero. Ese dinero que hemos aportado todos. Usted y yo con nuestros impuestos. Quedan fuera de este selecto grupo los evasores o quienes perpetran obras de ingeniería fiscal para evitar pagar. Por supuesto, presumirán de ser más listos que los demás. E, incluso se les permitirá votar y su voto valdrá lo mismo que el de los honestos. Pero ¿quién se atreve a poner el cascabel al gato? Desgraciadamente seguimos viviendo en un país en el que siguen valiendo igual todos los votos. Tiene el mismo valor el voto del sabio y el del necio; del asesino, del maltratador o del narcotraficante; de quienes crean sociedades fantasmas para no pagar impuestos y de la gente de bien. Que alguien me lo explique.
Todos los políticos buscan llegar al poder. De una forma u otra. Poco les importa el populacho. La prueba fehaciente es que si realmente les interesara construir un país digno, un gran país, al día siguiente de las elecciones, se reunirían para llegar a grandes acuerdos de estado sobre materias imprescindibles: Educación, Sanidad, Servicios Públicos... Pero no. Su única ansia es llegar al poder. Imagino que muchos para comenzar a labrar su futuro en consejos de administración de grandes empresas, otros para comprar caserones millonarios, o para colocar a sus familiares y amiguetes en algún puesto de trabajo. Es significativa la poca o escasa actividad profesional en las empresas privadas de nuestros políticos. Sus únicos méritos son tener el carné del partido entre los dientes y medrar. En lo que sí son expertos es en provocar la división. Siguen empeñados en promover entre la población un enfrentamiento entre derecha e izquierda con el único fin de mantenernos ocupados, discutiendo, mientras ellos siguen campando a sus anchas, llenándose los bolsillos, y aprobando leyes injustas e inhumanas. No en vano, los políticos son el segundo problema de los españoles tras el desempleo. Queridos políticos, si no son parte de la solución, son parte del problema.
Piensen.
Sean buenos.
Me apetecía poner como canción regalo la que da título al artículo de hoy. Vota, idiota. Una canción que me retrotrae a mi juventud y que explica fantásticamente el sentimiento del artículo. No se la pierdan. Excepto tú, papá, que sé que no te va a gustar. Con todos ustedes: ¡Manolo Kabezabolo!
https://www.youtube.com/watch?v=dd3890fILPU
Es tiempo también de ver cómo se apresuran por inaugurar carreteras, hospitales, convocar oposiciones y demás servicios públicos. No creo que haya aún ningún iluso que crea que lo hacen porque son bondadosos o filántropos. Parece que muchas veces olvidan que esas obras; muchas veces faraónicas, otras con su consabidas mordidas; están realizadas con nuestro dinero. Ese dinero que hemos aportado todos. Usted y yo con nuestros impuestos. Quedan fuera de este selecto grupo los evasores o quienes perpetran obras de ingeniería fiscal para evitar pagar. Por supuesto, presumirán de ser más listos que los demás. E, incluso se les permitirá votar y su voto valdrá lo mismo que el de los honestos. Pero ¿quién se atreve a poner el cascabel al gato? Desgraciadamente seguimos viviendo en un país en el que siguen valiendo igual todos los votos. Tiene el mismo valor el voto del sabio y el del necio; del asesino, del maltratador o del narcotraficante; de quienes crean sociedades fantasmas para no pagar impuestos y de la gente de bien. Que alguien me lo explique.
Todos los políticos buscan llegar al poder. De una forma u otra. Poco les importa el populacho. La prueba fehaciente es que si realmente les interesara construir un país digno, un gran país, al día siguiente de las elecciones, se reunirían para llegar a grandes acuerdos de estado sobre materias imprescindibles: Educación, Sanidad, Servicios Públicos... Pero no. Su única ansia es llegar al poder. Imagino que muchos para comenzar a labrar su futuro en consejos de administración de grandes empresas, otros para comprar caserones millonarios, o para colocar a sus familiares y amiguetes en algún puesto de trabajo. Es significativa la poca o escasa actividad profesional en las empresas privadas de nuestros políticos. Sus únicos méritos son tener el carné del partido entre los dientes y medrar. En lo que sí son expertos es en provocar la división. Siguen empeñados en promover entre la población un enfrentamiento entre derecha e izquierda con el único fin de mantenernos ocupados, discutiendo, mientras ellos siguen campando a sus anchas, llenándose los bolsillos, y aprobando leyes injustas e inhumanas. No en vano, los políticos son el segundo problema de los españoles tras el desempleo. Queridos políticos, si no son parte de la solución, son parte del problema.
Piensen.
Sean buenos.
Me apetecía poner como canción regalo la que da título al artículo de hoy. Vota, idiota. Una canción que me retrotrae a mi juventud y que explica fantásticamente el sentimiento del artículo. No se la pierdan. Excepto tú, papá, que sé que no te va a gustar. Con todos ustedes: ¡Manolo Kabezabolo!
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